Existen
registros de que la herradura ya era considerada un amuleto poderoso desde la
Gracia antigua. Primero, porque era hecho de hierro, elemento que según los
griegos los protegía contra el mal. Además, su forma recordaba la luna
creciente, símbolo de la fertilidad y la prosperidad. Los romanos, herederos de
gran parte de las tradiciones griegas, también adoptaron esa superstición y la
extendieron por su imperio. Los cristianos europeos, a su vez, adjudicaron su
origen a San Dunstan de Canterbury (924-988), monje y arzobispo ingles conocido
como un gran estudioso de la metalúrgica, habiéndose especializado en técnicas de
fabricación de campanas. Según la leyenda, Dunstan le habría colocado
herraduras al propio Diablo y solamente se las sacó después que el demonio le
prometiera que jamás se volvería a acercar a ese objeto. Según la tradición, la
herradura de la buena suerte debe ser colocada arriba de la puerta, con las
puntas hacia arriba, de lo contrario la suerte se irá. Pero en algunos países,
como España, se cree que la herradura debe estar puesta hacia abajo, para que
la suerte se expanda por toda la casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.