EL
EXPERIMENTO QUE DEMOSTRÓ QUE SOMOS ASESINOS POTENCIALES
En 1964, Stanley
Milgram desarrolló una investigación en la universidad de Yale para demostrar
que, delante de una autoridad persuasiva, podemos transformarnos en asesinos
obedientes. Milgram dijo que la experiencia era para determinar el efecto de la
punición en el aprendizaje. Convocó a voluntarios e hizo un sorteo para
determinar el aprendiz, que debía responder preguntar, y el profesor, que
debería castigarlo con choques de potencia creciente en cada error. El sorteo
fue forjado, ya que el aprendiz sería un actor. Cuando los choques alcanzaban
los 150 volts, el actor lloraba y gritaba de dolor. Los voluntarios, nerviosos,
preguntaban que debían hacer, pero los investigadores respondían que los choques
no provocarían daños permanentes y que continuaran efectuándolos. El resultado
fue la obediencia de 26 de los 40 participantes, que continuaron aplicando los
choques hasta la fatal potencia de 450 volts. Algunos transpiraban y temblaban,
otros se reían histéricamente, pero nadie se detuvo.
EL PERRO DE DOS CABEZAS
En 1954, Vladimir Demikhov mostró al mundo su creación horrenda: un perro de
dos cabezas, y ambas “funcionando”. Para que eso sucediera, le insertó cabeza,
hombros y dos piernas en el pescuezo a un cachorro de pastor alemán. Durante
los próximos 15 años, el ruso hizo otras de esas 20 criaturas, alegando que las
experiencias servían para ayudar a descubrir técnicas de trasplante de órganos humanos.
LA PRISIÓN DE STANFORD
El psicólogo Philip Zimbardo quería entender por qué
las prisiones son locales tan violentos. Para eso, en 1971, con un grupo de
investigadores, crearon una prisión artificial en el sótano de la Universidad
de Stanford y convocó a voluntarios para dividirse en los papeles de prisioneros
y guardas. Al primer día, los prisiones comenzaron a hacer motines y los
guardas se tornaron extremadamente sádicos y autoritarios, imponiendo castigos
como privación del sueño y alimento. El experimento se hizo tan tenso e intenso
que debió ser interrumpido al sexto día. El primer voluntario enloqueció en
apenas 36 horas, diciendo que sentía como si estuviera quemándose por dentro.
Otro comenzó a tener erupciones en la piel a causa del estrés excesivo. El
propio Zimbardo empezó a tener delirios y vio que era el momento de terminar
con el juego que había creado.
EL CHOQUE QUE HACE A UN CADAVER BAILAR
El
profesor italiano Luigi Galvani descubrió, en 1780, que impulsos eléctricos podían
mover los miembros de un sapo muerto. En 1803, su sobrino, Giovanni Aldini,
hizo su presentación más famosa utilizando el cuerpo del asesino ejecutado
George Forster aplicando la técnica de su tío. Primero aplicó corrientes eléctricas
en el rostro del muerto que se contorció en una expresión de dolor y abrió un
ojo. Lugo, con hijos sujetados a la oreja y el ano, el cadáver empezó a bailar.
Otros científicos utilizaron este experimento para resucitar muertos pero no
tuvieron éxito
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