Confeccionada
por primera vez en China entre los siglos 7 y 10, durante la dinastía Tang, la
porcelana nació de la mezcla de dos minerales: feldspato y caulim. Cuando se
calienta a 1450 grados Celsius, el feldspato se vitrifica, mientras que el
caulim mantiene la forma del objeto. Los chinos la llamaban yao. El nombre por
la que la conocemos actualmente proviene del italiano “pocellana”, un molusco
de concha blanca y brillante, nombre adoptado por el viajante Marco Polo para
describir el material que conoció en China. En el intento de imitar la procela
china, los italianos descubrieron otra fórmula a base de argila y vidrio.
Fabricada en Florencia, alrededor de 1575, se diferenciaba de la porcelana
china por su consistencia más blanda.
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