El cristianismo
se tornó la religión oficial del Imperio Romano en el año 380, bajo la orden
del emperador Teodosio I, que adoptó dicha medida en una ley conocida como el
Edicto de Tesalónica. Anteriormente, los cristianos habían sido discriminados,
durante muchos años, por no adorar al emperador y si a otro tipo de rey (Jesús),
por lo que se consideraba al cristianismo un movimiento subversivo. Con la
decadencia del Imperio Romano a finales del siglo II y la amenaza de una invasión
bárbara, se inició un largo período de persecución a los cristianos que rechazaban
alistarse al ejército del imperio. Percibiendo la fuerza con la que crecía la religión,
el emperador Constantino I resolvió usarla políticamente para fortalecer su
propio poder y enfrentar la decadencia romana. En el año 313 Constantino proclamó
el Edicto de Milán, ley que garantizaba la libertad para rendirle culto a
cualquier dios, lo que fue fundamental para la futura conversión del imperio al
cristianismo.
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